Estuvimos juntos casi cuatro años, yo pintaba en mi taller y tenía dos trabajos, él componía canciones. Un día escribió una letra en la que reventaba la cabeza de una chica contra un cristal y decidía, más tarde, acabar con su vida ahogándose en un vaso de aguarrás. Aquella canción me gustaba. La literatura es ficción y aquello no podía ser otra cosa (...) Cuando volvía de trabajar, él seguía en bata (...) Teníamos veinticinco años.
Se instaló en mi casa y por las mañanas yo no podía hacer ningún ruido. Tampoco podía maquillarme ni ponerme faldas cortas, si llamaba la atención de otros hombres me ponía en problemas. Me duchaba por las noches y dejaba la ropa preparada en el baño y la mochila al lado de la puerta para escabullirme como una anguila silenciosa cuando salía el sol. Las mañanas que no era cuidadosa preparando el café, si golpeaba las paredes de la taza con la cucharilla, el malestar en que vivía empezaba antes de tiempo: Sinnombre se sentaba en la cama con los brazos en el regazo y me miraba con dureza. Después soltaba serpientes y cuchillos por la boca agitando los brazos. Se levantaba y se encendía un pitillo. Seguía escribiendo y la ficción lo llevaba a enterrar mujeres en el desierto de Sonora, a colgarlas de las aspas de unas grandes cruces, a embadurnarlas de sangre y a contemplar sus desgarramientos. Después, su voz suave y la música pop con trompetita hacían que esos cuerpos sin piel fueran todavía más siniestros. Una voz de mujer salía dulce desde los infiernos para blanquear toda aquella brutalidad.
Al ponerle azúcar al café que preparé la mañana en que él por fin no estaba en la casa, golpeé la taza sin querer. "Perdón", dije, y paré en seco. Después me volví loca: empecé a darle tan fuerte y tan rápido que tiré el café al suelo y a punto estuve de romper la porcelana. Grité con fuerza. Y lloré y bailé en bragas antes de que saliera el sol. (...)
Existen pistas que le dicen a una que está empezando una historia con un maltratador, pero es difícil verlas.
(...)
Es difícil darse cuenta de que una está empezando una historia con un maltratador, el maltratador es un experto en crear espacios que la víctima cree que son seguros. (...) Unos meses más tarde el chico empezó a controlar mi teléfono móvil. ¿Por qué has mirado a ese tío? ¿Qué? Al puto tío al que has sonreído. ¿Quién cojones era? ¿Por qué le has sonreído? No he sonreído a nadie. Me cago en Dios, Paula, ¿quién era ese gilipollas?
Estuve cuatro años con Sinnombre.
(...)
No sé qué es lo que hice mal, pero una noche se sacó el condón con rabia y me lo tiró a la cara.
En otra ocasión, después de celebrar el cumpleaños de su mejor amigo, volvimos a estar juntos en un hotel. Su amigo me abrazó cuando le dimos el regalo y más tarde lo volvió a hacer mientras bailábamos, y a Sinnombre aquello no le gustó, así que cuando llegamos a nuestra habitación me lo hizo saber. Me arrinconó en una esquina al tiempo que me insultaba. Me cogió del cuello con la mano izquierda y con la derecha en un puño dio un fuerte golpe en la pared, justo al lado de mi oído, mientras seguía gritando. Llamaron de recepción porque algunos huéspedes habían informado de los golpes. Él descolgó el teléfono, pidió disculpas por el ruido y dijo que estaba todo bien. Con la voz más baja siguió diciéndome lo guarra que era y cómo me gustaba provocar a los hombres. Al día siguiente, al despertarnos, todavía le dolía la mano, así que fuimos al hospital y salió con la mano enyesada. Más tarde, escribió una canción romántica que tituló con el nombre de aquel hotel. Yo pinté un pequeño cuadro al óleo en el que él aparecía de frente, vestido únicamente con aquel trozo de escayola blanca. (...)
Hay otro dibujo en el que me autorretrao con los ojos cerrados. Una mano aparece por la izquierda y me golpea en la cabeza con el puño cerrado. "¡¿Cuánto durará esto?!", reza un bocadillo que sale de mi cabeza. Placa, placa, escribo entre el puño y mi cabez. DESVARÍO, anoto al pie de la imagen.
En otro dibujo aparecemos los dos, uno al lado del otro. Su cara es agresiva y tiene una nube encima. El dibujo se titula El círculo vicioso de las últimas semanas. Al lado de Sinnombre escribo: 1. Factor externo. 2. Paula susceptible. Flecha (provoca) Sinnombre cabreado. Flecha (provoca) Paula ausente.
Cuando se ponía agresivo, yo me dormía y evitaba la embestida.
(...)
"Accidente casual" es un eufemismo escrito en un volante de un hospital para explicar que, en un arrebato de rabia, Sinnombre dio una patada a nuestra perra y con el golpe se fracturó la base de la primera falange del primer dedo del pie derecho.
(...)
Y una última (compañera) deseaba quitarse pecho porque tener que cargar con aquellas tetazas le provocaba muchas molestias: cuando tenía doce años (...) las tetas le crecieron de golpe y aunque pareciera mayor seguía siendo una niña, los hombres la miraban raro y ella no entendía nada y sentía un miedo al que no sabía ponerle palabras. En el colegio no quería hacer gimnasia porque los niños de su clase se reían de los saltos que daban sus mamas y empezó a caminar con chepa y a vestirse con ropa ancha.
(...)
La palabra "vagina" es en sí misma un insulto.
El término en latín significa "vaina", esto es,
la funda de la espada.
GERMAINE GREER
Es un disparate que nuestras hijas tengan más miedo de un pene que nuestros hijos de un cuchillo o una pistola, afirma Germaine Greer en el ensayo Sobre la violación.