Texto del discurso en el que, una vez más: buscó la conexión entre las humanidades y las ciencias; realizó una hermosa alabanza de la lectura; y estuvo salpicado de reflexiones plenas de feminismo.
Y luego estaban las reglas de la vida, que no eran pocas. ¿Por qué los niños podían dar brincos cuando ganaban un concurso de caligrafía y a las niñas no se nos dejaba ni sonreír, y menos aún levantar los brazos en el aire? ¿Y si las reglas eran diferentes?
(...)
He aprendido que un género o disciplina no es superior a otro. Debemos
recelar de nuestros prejuicios. Ni la ciencia es elevada, intelectual y
masculina, ni las artes y las humanidades son inferiores, emocionales y
femeninas. Debemos aprender que la autoridad y la sabiduría vienen en
muchos formatos, sexos, colores, formas y tamaños. Debemos aprender unos
de otros y recapacitar.
(...)
mi yo adulto no le cuesta imaginar un mundo en el que las ideas
circulan libremente entre disciplinas sin una jerarquía discriminatoria,
un mundo donde las niñas pueden alardear tanto como los niños y éstos
no les tienen miedo, un mundo en el que se han disuelto las viejas
fronteras. Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me
gustaría que fuera para todas las niñas que leen muchos libros sobre un
sinfín de temas, que piensan, preguntan, dudan, imaginan y se niegan a
estar calladas.
Vídeo de RTVE.
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