miércoles, 4 de enero de 2017

EL PELIGROSO CHICO 10


Yo era la típica chica que pasaba desapercibida en el instituto, no tenía muchas amiga y el amor no era mi punto fuerte.
Me había pasado el verano con mis padres en la playa, con lo cual no había visto a mis amigas. El primer día de instituto entré en clase y me reuní con Sara y Bibi. Al llegar el profesor, nos sentamos en nuestros sitios: ellas dos, juntas en primera fila; y yo, sola en segunda fila. Cuando la clase estaba acabando, alguien llamó a la puerta: era un chico nuevo, se presentó y se sentó a mi lado. Mis amigas decían que tonteaba conmigo, pero yo pensaba que no era así, ya que era muy guapo y además ningún chico se fijaba en mí.
Quedábamos todas las tardes para hacer los deberes en mi casa y a mí me estaba empezando a gustar porque era muy cariñoso y detallista conmigo. Un día, mientras que nos tomábamos un descanso, me besó.
Desde ese momento, empezamos a tontear y a los quince días ya éramos novios. Al principio, salíamos todas las tardes con mis amigas, me hacía regalos... Parecía el chico perfecto, ese con el que toda chica había soñado.
Pero un día el chico 10 empezó a apartarme de la sociedad: ya no quedaba con mis amigas, no hablaba casi con mi familia, dejé de lado los estudios, a la hora del recreo solo estaba con él, llegaba a casa y lo único que me preocupaba era hablar con mi novio... Me decía a todas horas que me quería y comenzó a tener celos de todo el mundo.
Un día, en medio de una discusión, me pegó una bofetada. Se disculpó diciéndome que lo había hecho porque me quería mucho y por ello sentía tantos celos. A continuación, me dijo que nunca se volvería a repetir. Pero no: se repitió muchas más veces y siempre tenía la misma disculpa.
Cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando, era demasiado tarde, ya me había apartado de todo mi entorno y sentía que no tenía a nadie para contarle mis problemas ni para apoyarme. Le dije que necesitaba dejarlo por un tiempo para poder aclararme. Él me dijo que no le podía hacer eso que me quería demasiado como para poder separarse de mí. Me hice la dura y le contesté diciéndole otra vez lo mismo.
Le conté todo lo que me estaba pasando a mis padres, lo denunciaron y le pusieron una orden de alejamiento. Al día siguiente, mis amigas se enteraron y me dieron todo su apoyo y además retomé mis estudios. Esta situación me superaba, pero junto a los míos, todo parecía más fácil.
Me costó varios meses superarlo. Al principio, no me apetecía salir de casa así que, mis amigas me venían a ver todos las tardes. También retomé la relación con mi familia y en clase todo volvía a la normalidad.
Ahora, puedo decir que vuelvo a creer en el amor y además que estoy enamorada de un chico que de verdad me comprende y me muestra su cariño día a día.
De todo esto se puede sacar una conclusión: el control y los celos no significan amor y, si sientes un mínimo gesto de violencia, cuéntaselo a tu familia o llama al 016.

Bárbara Fernández Llaneza. 3º de ESO.

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